El Zen llegó relativamente tarde a esta escena, en el siglo V, cuando una nueva ola de maestros indios, incluido el monje Bodhidharma, viajó a China para difundir sus enseñanzas. Según el relato tradicional, Bodhidharma trajo el Lankavatara Sutra, que enseña que la naturaleza de Buda está presente en todas partes y accesible a través del «vacío», el cese del pensamiento discriminatorio. La historia de la entrevista fallida de Bodhidharma con el emperador Wu de Liang puede ser mítica, pero ilustra la fortuna del Zen desde el principio: una transmisión pequeña y marginal que compite con otras escuelas budistas que disfrutan de mucha mayor riqueza y prestigio.
Zen finalmente encontró un punto de apoyo en China, donde se llamaba Chan, de dhyana, sánscrito para la meditación, después de uno de los peores desastres en la historia del país, la rebelión de An Lushan (755-763), una guerra civil que se estima que mató dos tercios de la población. Fue durante esta crisis que la gente abrazó la enseñanza del zen que pretendía apuntar directamente a la mente iluminada, siempre disponible aquí y ahora. Con sus compatriotas matando o siendo asesinados y con las glorias del Imperio Tang desvaneciéndose ante sus ojos, los chinos no tenían tiempo para teorizaciones abstrusas o rituales complicados.
Durante siglos, el zen fue la escuela budista predominante en China —junto con el budismo de la Tierra Pura, con el que se fusionó de manera bastante natural— y su influencia se extendió a Vietnam, Corea y Japón. Al igual que las tradiciones vivas en todas partes, el zen nunca ha dejado de cambiar y crecer, a veces con una creatividad sorprendente. Durante la dinastía Ming (1368-1644), por ejemplo, el monje Hanshan Deqing («Montaña tonta») insufló nueva vida al dharma con su poesía, prosa y conferencias públicas. En el siglo XX, Hsu Yun («Nube vacía») tuvo una profunda influencia y sus estudiantes casi sin ayuda revivieron el budismo tras los estragos de la Revolución Cultural. No importa lo que traiga el futuro, y seguramente traerá nuevos desafíos, Zen puede aprovechar este legado de adaptación mientras continúa apoyando la lucha por la liberación de todos los seres sintientes.